Hay que sentirlo y vivirlo para poder explicarlo. La pasión de los sanjuaninos por el ciclismo no conoce de limites, sólo basta con contar las 8 mil almas que ayer desde la madrugada empezaron a subir al Colorado para presenciar la etapa reina de la Vuelta Internacional de San Juan. La cifra se multiplica ampliamente con respecto a los presentes el año anterior y sólo quienes peinan canas deben hacer mucha memoria para recordar una etapa tan convocante en plena precordillera, donde no existe wifi ni mucho menos líneas telefónicas.
Con una temperatura agradable, el pelotón fue recibido por una multitud que resultó difícil de calcular para la Policía. "Es increíble. No quedan dudas que San Juan es la capital del ciclismo, si no mirá esto", contó impresionado el fotógrafo chileno Guillermo Bill Torres, que recorre gran parte del mundo retratando eventos de primer nivel y no quiso perderse la Vuelta.
Desde el comienzo mismo, una multitud se hizo presente por la mañana temprano en la Plaza de Chimbas para presenciar la largada y saludar a sus ídolos. Ya en competencia pasadas las 9,30 de la mañana, la Avenida Benavídez desde Mendoza hasta Rastreador Calívar no dejó huecos: una fila de personas esperaron para alentar al pelotón que viajó por Rivadavia para visitar La Bebida y Marquesado, retornar por Benavídez para ahora sí por Ruta, encarar rumbo al Colorado. Ni que hablar de Campo Afuera o el Villicum que mostraron cientos de personas apostadas allí desde muy temprano haciéndole frente al intenso sol que a esa hora se hacía sentir. La postal se repitió en Talacasto o en Las Crucecitas, donde siempre la Agrupación Virgen de Fátima pone todo el colorido con sus banderas.
Con el paso de los kilómetros y ya con todo el esfuerzo encima, los ciclistas se impresionaron con la postal y el paisaje cuando el cartel señalaba que restaban 5 kilómetros. Desde ese punto hasta la meta, al costado del camino fue difícil, muy difícil encontrar un espacio libre. El ?¡Dale, dale!? fue un clásico en los metros finales y una gran motivación para los ciclistas en pleno ascenso. No importaba color de camiseta ni país de origen, el aliento fue igual para todos. El grito del fanático sanjuanino a esa altura valía más que un sorbo de agua. Y ellos arriba de la bici brindaron un espectáculo único, ascendiendo arriba de los pedales hasta por fin cruzar la línea de meta. Allí, el objetivo estaba cumplido.
La etapa reina de la primera Vuelta Internacional quedará en la historia. Porque el Colorado dio un argumento inmenso para justificar por qué San Juan es la capital del ciclismo.